martes, 19 de mayo de 2009



La oscuridad advertía el anochecer, desperté, no me había tomado el té que ella me da para dormir, pero ella no estaba en la cama, me preocupé y salí a buscarla, llegué al jardin, en una banca había una pareja, ambos compartían la misma locuara, derrochaban el romance en los astros, tocándose, acariciandose, las sombras tentaban mi desvelo, las lomas y los matorrales aparecían inertes ante mis ojos: como el dulce recuerdo de un danzón nocturno, el cianuro infectaba mi locura, rasguñaba lentamente las mentiras del osulo que la pareja compartía, regresé a casa a esperarla, pues gracias a mi desvelo me di cuenta de que ella y su amante son sonambulos y salen de noche para amarse como dos lobos ambrientos de ternura.

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